En los últimos meses hemos escuchado reiteradamente la discusión sobre el impacto que genera la ganadería, particularmente las vacas, en la atmósfera debido al aporte de gases de efecto invernadero (GEI) de esta actividad. En algunos casos la crítica ha llegado a decir que las vacas son las principales responsables del cambio climático.
Los que nos relacionamos con el agro sabemos que el ganado rumiante, entiéndase bovinos, ovinos caprinos, cérvidos, entre los más importantes, generan dióxido de carbono (principal GEI) y metano, ambos gases que en la atmósfera, ayudan a retener parte de la radiación solar en la tierra. Esto es lo que denominamos efecto invernadero y existe desde los inicios del planeta, unos 4 mil millones de años, haciendo que la Tierra sea un lugar apto para la vida como la conocemos.
La aparición de los primeros rumiantes se remonta a 50 millones de años (15 millones después de la extinción de los dinosaurios) y su domesticación comienza hace 10 mil años, particularmente bovinos y ovinos, los que fueron fundamentales para el desarrollo de nuestra civilización. Estas especies nos permitieron asentarnos y crear ciudades. Fueron el complemento perfecto de la agricultura.
Los rumiantes son capaces de transformar plantas como los pastos, que para nosotros son difíciles de utilizar como alimento directo, en carne y leche, cuya calidad nutricional es superior dada la mayor cantidad de aminoácidos que muchas plantas domésticas como el trigo, el maíz o el arroz, no tienen, aunque sin duda también aportan nutrientes fundamentales.
El desarrollo del conocimiento y la tecnología nos ha permitido mejorar la actividad ganadera desde un punto de vista económico y productivo y si bien es cierto emite gases con efecto invernadero, el sistema ganadero en base a praderas forma parte del ciclo del carbono natural, donde el metano es degradado en alrededor de 10 años para luego volver al sistema a través de la fijación del carbono mediante la fotosíntesis de las mismas praderas y el bosque que las rodea. Este modelo es el que caracteriza los sistemas productivos del sur de Chile.
En los últimos años, investigadores nacionales han descubierto que el impacto de nuestra ganadería en el ecosistema y su relación con las emisiones podría tener un balance tal, que puede capturar más carbono del que se emite. En los próximos años deberemos trabajar para poder resaltar este aspecto y transformarlo en una ventaja competitiva.
Rodrigo Mardones Barraza
Gerente de Agrollanquihue A.G