Por Rodrigo Mardones Barraza

Gerente de Agrollanquihue A.G.

 

Hace cerca de diez mil años los humanos del neolítico comenzaron a domesticar animales como parte de su sistema de alimentación. Así, de una economía de recolección, caza y pesca, la humanidad fue migrando a una economía de producción de plantas y animales. Es lo que genéricamente hemos llamado Agricultura.

Con el tiempo, algunos de los animales se fueron especializando en la producción de carne y leche, alimentos fundamentales por el aporte de nutrientes de altísima calidad y que permitieron el desarrollo de las primeras civilizaciones. A esta especialización la hemos llamado Ganadería.

La ganadería se transformó en una actividad relevante en términos económicos y de aseguramiento en la alimentación de los pueblos. Pese a estas ventajas incuestionables, desde hace unos años la actividad está siendo cuestionada por movimientos que ven erradamente en ella a un enemigo contra el que hay que luchar, debido a su supuesto impacto en el medio ambiente.

Los herbívoros como los bovinos forman parte del sistema suelo-planta-animal, que incluye los ciclos de elementos tan importantes para el desarrollo de la vida en la tierra como el nitrógeno y el carbono. Para analizar el impacto de la actividad humana en el medio, es necesario entender cómo funcionan estos ciclos.

Sabemos que el metano producto de la fermentación entérica que ocurre en el aparato digestivo de los animales, es parte del ciclo del carbono y que se diluye en la atmósfera después de alrededor de diez años, a diferencia de otro gases de efecto invernadero que se producen por la combustión de hidrocarburos proveniente de las profundidades de la tierra, cuyo carbono se fijó en épocas más antiguas, no siendo parte de nuestra atmósfera actual.

Recientemente, Fedeleche, apoyado por Agrollanquihue y el resto las asociaciones de productores de leche miembros, junto a otras organizaciones relevantes, están colaborando y promoviendo un estudio del balance de carbono en sistemas ganaderos entre otros, financiado por FIA y liderado por INIA e INFOR, con el objeto de avanzar en el conocimiento del ciclo de carbono enfocado específicamente en algunos sistemas que se desarrollan en Chile y entre cuyas características destaca el desarrollarse en suelos con niveles de materia orgánica entre dos a tres veces superior a la mayor parte de los suelos de uso agropecuario del mundo. Un recurso que pocos conocen y que representa nuestra mejor ventaja.