Asturias ha perdido 65.000 hembras lecheras y 9.000 explotaciones ganaderas en dos décadas. Pese al descenso de reses, el sector ha sabido mantener la media de producción lechera, un esfuerzo que ha supuesto grandes inversiones.
La reconversión láctea ha dado un vuelco al mapa ganadero de Asturias. La región tiene ahora menos granjas, menos vacas lecheras y las explotaciones que han resistido han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos lo que en la mayoría de los casos ha supuesto un importante esfuerzo económico para adaptar sus instalaciones y mejorar la calidad de vida del ganado para que sea más productivo. A diferencia de lo que ocurría hace dos décadas, para ser rentables, las granjas son ahora más grandes, es decir, tienen más ganado. Es renovarse o desaparecer. Muchas de ellas, bien por falta de relevo generacional o porque no se subieron al carro de la reconversión se fueron quedando atrás hasta desaparecer. La sangría láctea se ha dejado en el camino en dos décadas cerca de 9.000 granjas y 65.000 vacas. A mediados de los años 80, la región superaba las 220.000 hembras de ordeño y hoy no llegan a las 70.000.
En Asturias se mantienen en activo 1.760 explotaciones (en una década han desaparecido más de 2.200). Son cuantitativamente menos granjas y menos reses, pero producen más leche. Con menos cantidad de materia prima logran conservar la producción lechera más o menos constante en torno a las 560.000 toneladas desde hace una década (supone el 8% de la producción de España). De hecho, la región lleva años siendo la cuarta comunidad en producción de leche tras Galicia, Castilla y León y Cataluña. Aspectos como la mejora de la alimentación, de su calidad de vida y la posibilidad de elegir «a la carta» los machos para mejorar genéticamente las futuras reses hacen posible que, aunque la vida útil de la vacas es ahora menor, consigan extraer más litros al día. Pueden mejorar defectos como un problema de «ubres descolgadas» de la madre que aumenta el riesgo de coger más infecciones, mejorar la capacidad lechera o modificar problemas morfológicos. Para todo ello cuentan con un «catálogo de toros» donde señalan sus virtudes. Eso sí, no es una varita mágica que consigue siempre resultados con la primera camada.
Inversiones de miles de euros y mejoras en sus instalaciones
Adaptar la maquinaria, la sala de ordeño y mejorar las instalaciones han sido claves para las ganaderías que han querido arriesgar y seguir funcionando. Y eso supone una inversión muy importante que ha tenido que afrontar el sector. Lo sabe muy bien Luis Rodríguez, ganadero del occidente asturiano que hace dos décadas optó por continuar la actividad familiar y no dejar morir la explotación que había comenzado dos generaciones antes. «Para que la granja sea rentable y poder continuar he tenido que desembolsar en torno a 300.000 euros en mejoras», explica. En los últimos 15 años o 20 años ha construido una cuadra nueva (más amplia y con camas de látex para las vacas), ha comprado maquinaria y ha realizado un sinfín de reformas en sus instalaciones. «Las vacas están más cómodas, tienen menos estrés y eso se traduce en más producción», relata. Tenía unos 18 años cuando se hizo cargo de la ganadería. Entonces, sus padres contaban con 70 u 80 vacas. Hoy son el doble. «Las granjas que quedamos tenemos que tener más animales para que pueda llegar a ser rentable», explica. La radiografía de las granjas de hoy en día dista mucho de lo que eran hace décadas en la región. Hace veinte años, la media era de 12 vacas por explotación, cifra que se duplicó hace diez y que hoy en día sigue elevándose.
Luis Rodríguez no ha tenido que invertir en maquinaria de ordeño. Pero sí sus padres. Esa reconversión ya supuso un desembolso de seis millones de las antiguas pesetas en el año 94 (36.000 euros). «Con mis abuelos las técnicas de ordeño eran más artesanales y, como todo, fue evolucionado. No había otra, o invertías o te quedabas atrás», recuerda Luis Rodríguez. El mantenimiento de una ganadería conlleva muchos costes y ahora son más elevados que hace décadas. Al día, de media, sus hembras dan 2.100 litros de leche. Ordeña dos veces al día. «Dicen que si lo haces más de dos, cada vaca te da un litro más, pero yo prefiero hacerlo así». No es una ciencia exacta, cada animal es un mundo y no todas producen lo mismo. Hay muchos factores que pueden romper la media. «Los animales se ponen enfermos, puedes perder reses y cada vaca es distinta». De las 130 cabezas de ganado que tiene en su granja, dan leche la mitad. El resto son recrías que hay que aún tiene que esperar dos años para que puedan ser madres y produzcan leche. Por cada litro de leche recibe 0,31 euros. Es el precio base. A partir de ahí, aspectos como la proteína, la grasa, la prima por producción suman y pueden llegar a incrementarlo.
Cada vez hay menos casos como el de Luis que deciden hacerse cargo de la explotación familiar. Muchas granjas no encuentran ese relevo generacional en un sector en el que el envejecimiento es ya un problema añadido o no pueden hacer frente a los costes. También el esfuerzo que implica. Exige estar al pie del cañón los 365 días del año.
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El precio medio de la leche en el año 2030 se situará en el entorno de los 40 céntimos, un tercio más del que registra actualmente. El crecimiento de la demanda de lácteos a nivel mundial propiciará este aumento de las cotizaciones en origen, que, a su vez, disparará la producción por encima de los 1.000 millones de toneladas (actualmente ronda los 710 millones).
Esa es, al menos, la previsión que realiza la Comisión de Agricultura de la UE, y que se extrae del informe sobre la evolución del mercado agrario publicado hace un par de semanas. Este documento también pronostica que los precios de los piensos destinados a la alimentación animal se mantendrán estables, lo que permitirá que las explotaciones aumenten, previsiblemente, sus márgenes de beneficio.
Fuente: Aproval.cl